Por doquier veíanse
huellas de destrucción:
casas derruidas, calles
cortadas bruscamente e interceptadas
por los escombros,
excavaciones y profundos agujeros…
En suma, todo obedecía al
tendido de la línea del ferrocarril,
muy lejos aún de
encontrarse en
condiciones de ser usado por el público.
Charles Dickens: Dombey
e hijo (1846-48)
Sacar a Rajoy de Moncloa hace tiempo que dejó
de ser un objetivo de las personas de izquierdas para convertirse, desde mi
punto de vista, en una emergencia para cualquier demócrata o, incluso, persona
decente. Pero hay más. El PSOE-PSC han dicho, hemos dicho, de todas las maneras
posibles que vamos a votar NO a una eventual investidura de Rajoy y que esta es
una de nuestras escasas líneas rojas. En este caso y siendo previsible que
Podemos (permítaseme la simplificación), ERC, Bildu y CDC también voten NO, los
175 votos contrarios a Rajoy no se los quita nadie y con esas cuentas creo que en
Santa Pola andan pidiendo un registrador de la propiedad que…
Es sabido que el anís y, en general, las
bebidas espirituosas con alto contenido en azúcares dejan unas resacas largas,
pesadas, dolorosas pero nada comparable a las resacas electorales. La que ya
empezamos a padecer y cuyo final es incierto lleva camino de ser de las peores.
La jornada del 26 de junio, inédita en
España, ha sido especial por muchas razones. Por primera vez el electorado se
enfrentaba a cuatro colores políticos con posibilidad de alcanzar
representación parlamentaria significativa pero, además, jamás la democracia
había fracasado de tal manera como para que hubiese que convocar nuevas
elecciones porque otros comicios, los del 20D, no habían servido para nada.
Conviene recordar que, en alguna medida, este
fracaso colectivo del que los socialistas responsabilizamos principalmente a
Podemos y, en concreto, a su secretario general, tiene que ver con nuestra escasa
cintura para el pacto.
En estos días se va a repetir machaconamente
el mensaje de que Rajoy, ¡por fin!, debe intentar formar gobierno. Es verdad
que ha ganado las elecciones. Algo más de un veintitantos por cierto del censo
y un treinta y tres por cierto de los votantes han apoyado que Rajoy siga
siendo presidente del gobierno, pero eso no va a suceder, como dije antes.
Hay muchas formas de corrupción. Trincar es
la más clásica y es inaceptable trincar para uno mismo como lo es, como
expliqué en otros artículos, para el propio partido. No obstante, usar las instituciones
del Estado, la policía y los organismos encargados de frenar la corrupción al
servicio de intereses partidistas (¡e ilegales!), como ha hecho, según sabemos,
el ministro del Interior y como sabía Mariano Rajoy según palabras del propio
ministro, se me antoja de una gravedad difícil de describir en estas líneas.
Hay que sacarlos de ahí, levantar las
alfombras, abrir las ventanas, hacer correr el aire y, casi con certeza,
habilitar estancias de la Audiencia Nacional como calabozos, que falta hará.
Odón Elorza –hace poco lo alababa en otro
artículo de esta serie– decía esta mañana en un brillante artículo publicado
por un medio digital que Pablo Iglesias debe dimitir. Justificaba esta
propuesta en una serie de cuestiones que no veo necesario repetir y que se
pueden compartir o no en su totalidad pero, como siempre con Odón, son
sensatas. Admito, sin embargo, que exigir o incluso sugerir desde un partido
político algo que deben decidir los órganos de otro partido me parece delicado.
Nos irrita cuando lo hace el podemita-jefe y no me veo moralmente capacitado
para hacerlo yo.
Por otra parte, Sánchez y mi primer
secretario Iceta han manifestado reiteradamente la necesidad de que los
socialistas lideremos al conjunto de las fuerzas del cambio con objeto de sacar
al país del marasmo en que se encuentra, unido, además, a un asfixiante bloqueo
institucional y, mal que le pese a determinados varones y «baronesa» del
partido, Podemos-IU se ha convertido en un actor principal de esta obra.
No se puede hacer política de izquierdas sin
el PSC-PSOE y debemos decir con la valentía que ha caracterizado a los más de
cien años de historia del socialismo español que tampoco se pueden conformar
gobiernos de izquierdas ni hacer políticas de izquierdas hoy día sin Podemos-IU.
Ahora podremos decir que Pablo Iglesias es un escollo –lo es– y podremos
preferir esta o aquella fórmula de gobierno, aunque la coalición es la que se
antoja más sensata, más natural, la que compromete más y exige mayores niveles
de lealtad a todas las partes concernidas.
Si desde la familia socialista no somos
capaces de asumir esto en primer lugar, difícilmente podremos hallar espacios
comunes para marchar juntos. El PP no debe gobernar y de no pergeñarse
alternativas sólidas de izquierdas nos veremos abocados a un nuevo fracaso
institucional, a un nuevo desastre en forma de terceras elecciones. Y el pueblo
no nos lo perdonará. Si no lo hacemos ahora, ¿cuándo?
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