dimarts, 5 de juliol del 2016

AHORA O, ¿CUÁNDO?



Por doquier veíanse huellas de destrucción:
casas derruidas, calles cortadas bruscamente e interceptadas
por los escombros, excavaciones y profundos agujeros…
En suma, todo obedecía al tendido de la línea del ferrocarril,
muy lejos aún de encontrarse en
 condiciones de ser usado por el público.

Charles Dickens: Dombey e hijo (1846-48)

Sacar a Rajoy de Moncloa hace tiempo que dejó de ser un objetivo de las personas de izquierdas para convertirse, desde mi punto de vista, en una emergencia para cualquier demócrata o, incluso, persona decente. Pero hay más. El PSOE-PSC han dicho, hemos dicho, de todas las maneras posibles que vamos a votar NO a una eventual investidura de Rajoy y que esta es una de nuestras escasas líneas rojas. En este caso y siendo previsible que Podemos (permítaseme la simplificación), ERC, Bildu y CDC también voten NO, los 175 votos contrarios a Rajoy no se los quita nadie y con esas cuentas creo que en Santa Pola andan pidiendo un registrador de la propiedad que…

Es sabido que el anís y, en general, las bebidas espirituosas con alto contenido en azúcares dejan unas resacas largas, pesadas, dolorosas pero nada comparable a las resacas electorales. La que ya empezamos a padecer y cuyo final es incierto lleva camino de ser de las peores.

La jornada del 26 de junio, inédita en España, ha sido especial por muchas razones. Por primera vez el electorado se enfrentaba a cuatro colores políticos con posibilidad de alcanzar representación parlamentaria significativa pero, además, jamás la democracia había fracasado de tal manera como para que hubiese que convocar nuevas elecciones porque otros comicios, los del 20D, no habían servido para nada.

Conviene recordar que, en alguna medida, este fracaso colectivo del que los socialistas responsabilizamos principalmente a Podemos y, en concreto, a su secretario general, tiene que ver con nuestra escasa cintura para el pacto.

En estos días se va a repetir machaconamente el mensaje de que Rajoy, ¡por fin!, debe intentar formar gobierno. Es verdad que ha ganado las elecciones. Algo más de un veintitantos por cierto del censo y un treinta y tres por cierto de los votantes han apoyado que Rajoy siga siendo presidente del gobierno, pero eso no va a suceder, como dije antes.

Hay muchas formas de corrupción. Trincar es la más clásica y es inaceptable trincar para uno mismo como lo es, como expliqué en otros artículos, para el propio partido. No obstante, usar las instituciones del Estado, la policía y los organismos encargados de frenar la corrupción al servicio de intereses partidistas (¡e ilegales!), como ha hecho, según sabemos, el ministro del Interior y como sabía Mariano Rajoy según palabras del propio ministro, se me antoja de una gravedad difícil de describir en estas líneas.

Hay que sacarlos de ahí, levantar las alfombras, abrir las ventanas, hacer correr el aire y, casi con certeza, habilitar estancias de la Audiencia Nacional como calabozos, que falta hará.

Odón Elorza –hace poco lo alababa en otro artículo de esta serie– decía esta mañana en un brillante artículo publicado por un medio digital que Pablo Iglesias debe dimitir. Justificaba esta propuesta en una serie de cuestiones que no veo necesario repetir y que se pueden compartir o no en su totalidad pero, como siempre con Odón, son sensatas. Admito, sin embargo, que exigir o incluso sugerir desde un partido político algo que deben decidir los órganos de otro partido me parece delicado. Nos irrita cuando lo hace el podemita-jefe y no me veo moralmente capacitado para hacerlo yo.

Por otra parte, Sánchez y mi primer secretario Iceta han manifestado reiteradamente la necesidad de que los socialistas lideremos al conjunto de las fuerzas del cambio con objeto de sacar al país del marasmo en que se encuentra, unido, además, a un asfixiante bloqueo institucional y, mal que le pese a determinados varones y «baronesa» del partido, Podemos-IU se ha convertido en un actor principal de esta obra.

No se puede hacer política de izquierdas sin el PSC-PSOE y debemos decir con la valentía que ha caracterizado a los más de cien años de historia del socialismo español que tampoco se pueden conformar gobiernos de izquierdas ni hacer políticas de izquierdas hoy día sin Podemos-IU. Ahora podremos decir que Pablo Iglesias es un escollo –lo es– y podremos preferir esta o aquella fórmula de gobierno, aunque la coalición es la que se antoja más sensata, más natural, la que compromete más y exige mayores niveles de lealtad a todas las partes concernidas.


Si desde la familia socialista no somos capaces de asumir esto en primer lugar, difícilmente podremos hallar espacios comunes para marchar juntos. El PP no debe gobernar y de no pergeñarse alternativas sólidas de izquierdas nos veremos abocados a un nuevo fracaso institucional, a un nuevo desastre en forma de terceras elecciones. Y el pueblo no nos lo perdonará. Si no lo hacemos ahora, ¿cuándo?

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