He tenido la oportunidad de
observarlo directamente durante estos cuatro años en el Congreso de los
Diputados y siempre me ha admirado lo mismo: la sorprendente y inigualable
capacidad de Mariano Rajoy para no mostrar ninguna emoción o empatía. La
sensibilidad humana ante el dolor ajeno no va con él. Ya sea cuando anunciaba
recortes sociales, la reforma laboral o cuándo se refería a la basura de la
corrupción denominándola eufemísticamente “algunas pocas cosas que han pasado”
el jefe de filas del PP no movía ni un músculo de la cara. Con frecuencia no
levantaba ni la vista de los papeles y se limitaba a leer lo que sus asesores
lo habían escrito, como un alumno especialmente aplicado y disciplinado.
Este, digamos, “estilo Rajoy”
se ha extendido al conjunto de la bancada del PP. ¿Qué han hecho los diputados
del PP, por ejemplo, cuando Rajoy anunciaba recortes a las prestaciones por
desempleo? Aplaudir, fruto del entusiasmo, y ovacionarlo. ¿Cómo se puede vitorear
a alguien que acaba de pasar la tijera por los subsidios básicos que reciben
los ciudadanos que se han quedado sin trabajo? ¿A alguno se le ocurrió pensar
en la dramática situación que esta “valiente decisión”, según el portavoz del
PP, provocaría en millares de hogares que recibieron la noticia con temor y
miedo ante un futuro que tendrían que afrontar con recursos todavía más
limitados? ¿Cómo se puede aplaudir esto? No me entra en la cabeza…
Es esta insensibilidad, este
cerrazón ante la realidad que se vive a pie de calle, esta actitud de dar la
espalda sistemáticamente a los colectivos que han recibido directamente el
impacto de los recortes salvajes de Rajoy y del PP (recuerdo una pancarta de
una manifestación de personas con discapacidad que simplemente decía: “gobierno:
¡no nos hagáis más daño!”), es este desdén, en definitiva, al que hay que poner
fin el próximo 20 de diciembre.
A la insensibilidad hay que
añadir el desprecio. En esta legislatura Mariano Rajoy se ha convertido en el
presidente de la historia democrática del país que más comparecencias del
Parlamento ha rechazado. De 105 peticiones tan solo se ha dignado a comparecer
dos veces. Todo un récord Guiness europeo en negativo…
El PP debe perder las
elecciones también por regeneración y limpieza democrática. No podremos pasar
página de la corrupción sistémica de los Bárcenas, Rato o Granados mientras los
que han intentado minimizar los escándalos que han sacudido a la opinión
pública, cuando no han intentado justificarlos, sigan al pie del timón. Por
higiene democrática el PP debe pasar a la oposición para regenerarse y renovar
sus filas.
Como han hecho durante estos
cuatro años, ahora ante la cita con las urnas el PP y sus corifeos intentaran
pasar de puntillas sobre la corrupción y el aumento de la pobreza y de las
desigualdades que se han producido con Rajoy en el gobierno. Rodeado de
asesores que se han formado en centros dónde se explica como lograr la
“construcción mediática de la realidad” Rajoy se limitará todo el día a sacudir
el mantra de “la milagrosa recuperación de la economía y la salida de la
crisis” como paso previo al Nirvana económico que promete para la próxima
legislatura.
La verdad, por desgracia, es
otra. La verdad es que mientras el ciudadano común de este país se las ha visto
y se las ha deseado para capear el temporal provocado por la gravísima crisis
económica que hemos padecido, algunos pocos han aprovechado la zozobra para
poner la mano en la caja y evadir sus capitales a paraísos fiscales. No
podemos, no sería justo, dejar en la cabina de mando a los que han aprobado una
amnistía fiscal para que los delincuentes fiscales de rentas altas salieran de
rositas mientras se pasaba alegremente la tijera sobre las prestaciones a los
parados, las ayudas a las personas con discapacidad y se engañara a los
jubilados asegurando un “aumento” irreal de sus pensiones. Como ya se dijo hace
12 años, los ciudadanos de este país nos merecemos un gobierno que no nos
mienta.
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