La locuacidad de la Condesa de Murillo y Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, parece que ha llegado a su fin, al menos de momento. Con la cantidad de opiniones que expresaba casi a diario, siendo capaz de pontificar sobre lo humano y mucho más sobre lo divino, predicando unos valores y forma de organizar la sociedad que debería aplicarse ella misma, ha enmudecido ante unos acontecimientos que a punto están de arruinar nuestro país y el futuro de millones de mujeres y hombres que asisten atónitos al drama de tener que salvar con su dinero a una entidad bancaria como BANKIA, de la que los máximos responsables y culpables de tamaño desastre, fueron, todos ellos, propuestos y avalados por ella misma y por toda la cúpula del Partido Popular de Madrid.
¡Que silencio más espantoso! por culposo y cobarde. Que todos los ciudadanos de este país tengamos que asumir tamaño desastre y que la señora Aguirre, Esperanza, no haya pedido perdón, pone de manifiesto que las soflamas y arengas moralizantes de dicha señora son de cartón piedra, que no tiene el más mínimo rigor y en todo caso debe pensar que sólo deberían ser seguidas por los demás, nunca por ella.
Pedir perdón, seguido de exigencias de responsabilidades, es la mínima obligación que tiene todo el “buró popular” con Esperanza a la cabeza. Los que tenían que ser ejemplo de modernidad y eficacia, que estaban llamados a ser los patriotas españoles que nos guiarían por el camino de la verdad neoliberal, son los que han hundido las esperanzas de nuestro país, llevándose por delante mas de veintitrés mil millones de euros de todas las personas honestas que hoy solo les queda que ver el futuro con des(esperanza).
Article de Sandra Ramos publicat al Més Tarragona
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