La organización terrorista ETA acaba de anunciar el “cese definitivo de su actividad armada”. La noticia es de enorme relevancia histórica. La mejor que podíamos recibir. Por fin podremos dejar atrás una pesadilla permanente que ha tenido como trágica consecuencia la pérdida de la vida de más de 800 personas y el sufrimiento colectivo del conjunto de la ciudadanía. Son momentos de emoción contenida, de esperanza en la paz y en libertad y, en especial, de emocionado recuerdo hacia todas las víctimas del absurdo y del sinsentido terrorista. En estos precisos instantes me viene a la memoria el recuerdo de la figura de Ernest Lluch, luchador coherente e infatigable por la paz y la libertad, a la vez que un enamorado confeso del País Vasco. Uno entre los centenares de víctimas de ETA que tuvieron la desgracia de cruzarse en el trayecto hacia ningún lado de los terroristas, entre ellos varios tarraconenses. El fin de ETA es el triunfo definitivo del Estado de Derecho y de la libertad en nuestro país. De hecho, ETA era el último resquicio que nos conectaba con un pasado de violencia y terror que de una vez por todas dejaremos atrás.
En estos precisos instantes creo también que es de justicia reconocer el papel que todos los gobiernos de la democracia han tenido para alcanzar el final del túnel que hoy se abre a la luz y en especial el último, presidido por Zapatero y liderado por Alfredo Pérez Rubalcaba, que permite que todos los demócratas podamos celebrarlo. Quiero, para terminar, felicitar al pueblo vasco en este momento histórico. Un pueblo para quien hoy se abre un nuevo horizonte de convivencia, paz, libertad y tolerancia. La derrota de ETA es también la derrota de la violencia y la constatación de que en un estado de derecho las únicas armas válidas son la unidad de acción, los votos, las urnas y la palabra. Como defendía Ernest Lluch la razón debía imponerse a los esencialismos de uno u otro signo. Al final, su deseo se ha visto cumplido.
Article de Francesc Vallès publicat al Diari de Tarragona
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